lunes, 9 de abril de 2012

Derechos, que no privilegios

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En esta entrada transcribo literalmente la carta que escribió una profesora. Por desgracia me llegó via mail y desconozco la autoría. Imagino que habrá sido alguna compañera de Madrid, pero esto tan solo es mi intuición. Si alguien sabe quien es la autora ruego me lo comunique y editaré la entrada. He de decir que  suscribo el contenido al 100%. En mi opinión se puede decir más alto, pero no más claro.

DERECHOS, QUE NO PRIVILEGIOS

Según el Diccionario de uso del español de María Moliner, privilegio es la excepción de una obligación, o posibilidad de hacer o tener algo que a los demás les está prohibido o vedado, que tiene una persona por una circunstancia propia o por concesión de un superior. Por el contrario derecho es la circunstancia de poder exigir una cosa porque es justa.

Soy funcionaria, me dedico a la docencia y trabajo en un instituto de educación secundaria, en este país. Y no, yo no tengo privilegios.

El sueldo que cobro es un derecho que me gano honradamente con mi trabajo. Está regulado por un convenio en el que participan y firman todas las partes interesadas. Es transparente, cualquier ciudadano puede saber lo que cobro. Hacienda conoce perfectamente mis ingresos, en mi declaración no cabe el fraude ni la picaresca. Mis ahorros, pocos, están en entidades bancarias completamente controladas por el estado, y no en paraísos fiscales. 

Me levanto todas las mañanas a las seis y media para ir a trabajar. Cuando regreso estoy cansada, porque, aunque no lo parezca, este oficio es agotador. Diariamente doy cuenta de mi trabajo primero a mis alumnos y por supuesto a sus padres, luego a mi director y si es preciso al inspector de mi zona, porque yo sí tengo jefes. Obtuve mi puesto de trabajo aprobando una oposición, que por si alguien no lo sabe, es una prueba muy dura, y no hubo ¿enchufismos? de ninguna clase. Si tengo que ir a trabajar en coche, el vehículo es propio y pago la gasolina, yo no tengo coche oficial ni chófer. Si he de quedarme a comer, me pago la comida, yo no cobro dietas. El café y el almuerzo corren por mi cuenta, y hasta los bolígrafos rojos que gasto para corregir los ejercicios de mis alumnos, los compro con mi dinero. Los libros de texto y de lectura que necesito para trabajar, de momento, nos los ceden, gratuitamente las editoriales, tampoco les cuestan un euro a la Administración.

No, yo no tengo privilegios. Alguien podría pensar que disfruto de un mes de vacaciones más que el resto de mortales. Pero durante el curso escolar trabajo prácticamente todos los domingos, y cuando no trabajo en domingo es porque lo he hecho en sábado. Si cuentan todos estos días, verán que suman más de 31, que son los que tiene el mes de Julio. 

Cuando llevo a mis alumnos de excursión o de viaje, les dedico las 24 horas, dejando a mis hijos y a mi familia.
No, yo no tengo privilegios. Y sin embargo me siento privilegiada. Sí, me siento privilegiada porque considero que mi trabajo es muy importante y valioso y realizo un servicio social. Me siento privilegiada cuando veo crecer y madurar a mis alumnos, los veo superar sus dificultades y aprender, y yo estoy ahí ayudándoles, aunque solo sea un poquito. Me siento privilegiada cuando mis alumnos me saludan por la calle, casi siempre con una sonrisa y cuando hablo con sus padres con la cordialidad propia de quienes comparten objetivos. Me siento privilegiada cuando encuentro a antiguos alumnos y me hablan de sus vidas, de sus éxitos y sus proyectos. Y sobre todo me siento privilegiada porque trabajo rodeada de extraordinarios profesionales que se dejan la piel día a día para llevar a buen puerto esta nave que la Administración se empeña en hacer zozobrar. Sí, estos son mis privilegios, pero puedo asegurarles que no le cuestan ni un euro al contribuyente.

Con todo, no crean que quiero ponerme medallas, nada más lejos, al fin y al cabo solo cumplo con mis obligaciones. Pero es importante no confundir derechos con privilegios. Los recortes en Sanidad y Educación, son recortes en derechos y no en privilegios. Que no os confundan. No veáis enemigos donde hay amigos, ni verdugos donde hay víctimas como vosotros.

Confundir es un arma de poder para camuflar al verdadero culpable. Con todo lo que está cayendo sobre los docentes, lo que más me duele no es la pérdida de poder adquisitivo, sino el menoscabo moral al que se nos está sometiendo. Solo pido a la sociedad, respeto. A los políticos, honestidad, porque muchos han olvidado el significado de esa palabra, si es que lo conocieron alguna vez. También les pido valentía, porque pisotear al débil es de cobardes. Los culpables de esta crisis son mucho más poderosos que nosotros y sí tienen privilegios, que lo paguen ellos. 

Por la dignidad del docente, que es lo que no nos pueden quitar.

Hasta aquí la carta. A mi me parece una maravilla. Dice verdades como puños.

¿Y a ti, qué te parece?

lunes, 2 de abril de 2012

Con los ojos de un niño

Para cambiar el tercio y no ponerme pesado os voy a contar una historia divertida. Hace unos días lo que era un inconveniente se convirtió en una alegría y en una fiesta.

Estoy cenando cuando noto que algo no está en su sitio. Rápidamente me percato de que se me ha caído la única  funda de una muela que tengo. No hace falta que diga que ha sido una suerte no tragármela pues apenas tengo tiempo para ir al dentista y no quiero que me cueste un dineral así que  la recojo en mi palma de la mano. Mi hijo lo ve y se vuelve loco de contento porque va a venir el "Ratoncito Pérez".

Caigo de inmediato en su sensación de euforia. Así que disimulo y me apunto a su fiesta, es genial.

Al día siguiente voy de urgencia al dentista y la funda vuelve a su sitio de nuevo. Mi hijo me pregunta qué me ha traído el "Ratoncito"; le contesto que con un poco de suerte me traerá alguna cosa chula pero que tardará un poco pues tiene muchos niños a los que va a atender primero.

Días después a mi hijo se le empieza a mover un diente y vuelve la fiesta. No hace falta que os diga que a él el ratoncito le trajo un regalo inmediatamente. Los niños de nuevo son su prioridad.

¡¡¡Qué bonito ver la vida con los ojos de un niño!!!

Y ahora te pregunto:

¿Cuándo fue la última vez que viste algo desde la óptica infantil?

¿No crees que a veces ellos son más sabios que nosotros? No ya por su espontaneidad, sino porque saben disfrutar de la vida.

¿Cuándo fue la última vez que te dejaste llevar sin preocuparte de lo que puedan pensar o decir los demás?

¿Te has parado a pensar en ello?

¿Cuáles son los cambios que puedes introducir en tu vida para viajar por ella de manera más positiva?

Venga, qué me cuentas...